Marina González Guerreiro
Buen camino
20 abr - 19 jun
Marina González Guerreiro
Buen camino
La segunda escena de Fantástico interior continúa este recorrido a través de la intimidad presentando el trabajo de Marina González Guerreiro. En Buen camino la artista da forma a un nuevo cuerpo de trabajo inédito en el que investiga la idea de tránsito, de cambio de etapa, de situarse en un camino para simplemente caminar, de pasar del invierno a la primavera, de la adolescencia a la madurez.
Buen camino construye en la Sala A una escenografía navegable llena de momentos dispares que, en su conjunto, generan un aroma de familiaridad lleno de recovecos. Nada más llegar, en la entrada a la sala, nos encontramos con algo que podría ser una habitación, invocada en el espacio mediante una estantería que actúa como una semilla desde la cual florecen objetos: pequeñas maquetas de puentes usadas en belenes, antiguas velas, calendarios, alfombras… Dicha estantería reproduce la que la artista tiene en su casa natal de Galicia y está realizada por el mismo carpintero que la construyó especialmente para su habitación hace más de veinte años. Con esta pequeña pirueta temporal, que trae al presente la sustancia del pasado, Marina es capaz de convertir el tiempo en una materia que ella amasa y moldea jugando con elementos pequeñitos, con alegorías sutiles que se impregnan en cada objeto, que se acumulan. Así orquesta un instante que titubea, que está borroso, como un recuerdo del que ya no nos quedan detalles, solo sensaciones en la boca del estómago.
Tras este universo de habitación onírica lleno de souvenirs de vida, el espectador es invitado a adentrarse en una especie de “afuera” que existe al otro lado de la estantería. En este interior de aire libre, la artista presenta una serie de obras que nos agarran de la mano para pasear por las distintas etapas de un camino lleno de paradas, de un juego lleno de casillas. En este recorrido podemos detenernos en distintas estaciones en las que unas palmas labradas como las que engalanan las procesiones de Domingo de Ramos construyen pequeños senderos que llevan a lagos de plástico, a mosaicos de arroz y pétalos de flores. Esta serie de obras traza un recorrido expositivo que no tiene un destino marcado, sin un principio ni un final claros. Sin embargo, lejos de inquietarnos, esta desorientación se vuelve placentera en las manos de Marina, que es capaz de construir una incertidumbre sosegada, hecha de objetos llenos de suerte, de ornamentos en los que confiar, capaces de crear empatías y vínculos con los cuerpos que los contemplan.
Al modo de pequeñas señales que nos ayudan a entender el camino, encontramos por toda la sala una serie de dibujos realizados sobre azulejo. Estas pequeñas marcas para el peregrino contienen imágenes de árboles llenos de fruta, calendarios, notas, mapas, apuntes rápidos… La artista de nuevo juega con la lógica del tiempo, cociendo en un horno de barro los apuntes secretos de un diario, las notitas que una vez escribimos en un pedazo de papel para pasárselo a una amiga mientras el profesor no miraba, los mapas de un tesoro…
Pero este buen camino no tiene una meta, sino que su destino es un puente, un objeto que nos lleva a otro sitio, un tránsito. Eso es lo que encontramos al final de la sala, un largo puente hecho de cuerdas ornamentadas con tiempo y cuidado. Para realizarlo, Marina se inspira en el puente de Q’eswachaka, construido con cuerda sobre el río Apurímac, a pocos kilómetros de Cuzco. Todos los años, durante la segunda semana de junio, las comunidades de Chaupibanda, Choccayhua, Huinchiri y Ccollana Quehue se reúnen para reconstruirlo después de la temporada de lluvias, en una tradición que las une desde hace varios siglos. Este puente está vivo; se deteriora, requiere de cuidados y, cada año, rejuvenece y conecta dos lugares del mundo.
Buen camino construye un recorrido que se fija en la belleza de esos instantes rutinarios que impregnan nuestra vida y dan forma a esa sustancia invisible de la que bebe la intimidad. Marina González Guerreiro construye este camino como quien hace un amuleto, invocando a la suerte, a la buena fortuna, y llamando a un futuro desconocido que, tal vez, será mejor.